domingo, 5 de abril de 2009

¿País sin futuro?

¿Por qué la lucha contra el narcotráfico y crimen organizado está fuera de control? ¿Por qué los precios de servicios de telecomunicaciones en México son de los más caros? ¿Por qué somos consumidores de tecnología y exportadores de cerebros creadores de tecnología? ¿Por qué la escasa pluralidad en los medios de comunicación televisiva? ¿Por qué la educación pública es –en general- tan deficiente que ha generado un mercado lucrativo de educación privada mucho más caro que países del llamado primer mundo? ¿Por qué la instrucción escolar y universitaria es un lujo? ¿Por qué el precio de las medicinas en México es significativamente más caro que en el resto de América Latina? ¿Por qué los servicios financieros son mucho más onerosos en nuestro país? ¿Por qué…?

Pueden existir un sinfín de respuestas a cada una de estas preguntas que, por una parte, serán negaciones o excusas del gobierno y, por otra, justificaciones del sector privado y de la ciudadanía. Sin embargo, el factor común de estos por qués está en la combinación de las decisiones de los actores políticos, la complicidad del sector privado y la pasividad de la sociedad civil. Nadie es el único culpable, pero todos somos responsables. En especial las decisiones del Congreso de la Unión, del Ejecutivo Federal y del Poder Judicial Federal, tienen repercusiones para varias generaciones de mexicanos. ¿Habrá conciencia de ello?

En la iniciativa de la Ley de Vías Generales de Comunicación de 1940 del Presidente Lázaro Cárdenas y las discusiones del Congreso de la Unión, la decisión fue contraria a la competencia. El Estado era el responsable originario de prestar los servicios y, por excepción, se otorgarían concesiones bajo la premisa de que sólo era necesaria una concesión por servicio y por área geográfica, léase, monopolios locales y regionales. Sólo en el supuesto de que el concesionario original no pudiera atender a toda la población (lo que sucedía frecuentemente), entonces se podrían otorgar segundas concesiones (lo que nunca sucedió). Este régimen sirvió por muchas décadas para prebendas, corrupción y favoritismo. Incluso, el pronunciamiento de un tribunal federal es reflejo de ese México cuyas consecuencias seguimos padeciendo: “el Estado debe buscar el beneficio del público evitando la libre competencia … en esta materia no tendría sentido aplicar los principios de lucha contra los monopolios, a que se contrae el artículo 28 constitucional”.

En la década de 1990 se crean la Comisión Federal de Competencia y la Comisión Federal de Telecomunicaciones, apostando a que la competencia sea la solución para tener más y mejores servicios, a menor precio. Entrados en el siglo XXI es preciso reconocer que sí se ha mejorado en competencia del sector telecomunicaciones, pero a un paso tortuoso y lentísimo. Los primeros acuerdos de interconexión en telefonía fueron difíciles de lograr, sin favorecer a los nuevos entrantes y sujetos a litigios que trascendieron el siglo. Cuando un empresario osó romper el pacto de los concesionarios de televisión por cable de “no entras en mi territorio, ni yo en el tuyo”, y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes otorgó segundas concesiones de televisión por cable, los litigios administrativos y penales no esperaron y duraron años hasta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió en definitiva que las segundas concesiones se podían otorgar sin dar garantía de audiencia al concesionario establecido. Las licitaciones de frecuencias siempre son objeto de amparos por las empresas que prestan servicios con la única finalidad de evitar la competencia.

Y así podríamos seguir con historias que en lo individual parecen ser de poco nocivas, pero que en su conjunto llevan a mantener al país con monopolios e impunidad, contentándose los actores en señalar la paja en el ojo ajeno, en vez de ver la viga en el propio. México necesita el compromiso de todos más allá de la retórica y las verdades a medias. No es suficiente tener esperanza que en el futuro alguien lo resuelva. El futuro empieza hoy y todos somos responsables.

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